I
Ven, lunita, a mi rescate,
a abrigarme de sueños;
bajo luceros serenos
me comeré un chocolate.
Luna de astros
brillantes,
luna de rondas gatunas,
luna de las lagunas,
luna, mi amiga distante.
Controla esta emoción
que llega por primera
vez,
que pone el mundo al
revés
y me llena de ilusión.
Siento un extraño abejón
que vuela en mi
barriga,
o una fila de hormigas
de seda y de algodón.
Como hojitas de lirios
que suben, suben y suben,
tan alto como las nubes,
y bajan con mis
suspiros.
Ayer regaba las plantas
mi madre, en el jardín;
le oí a mi abuela
decir:
¡mira a mi nieta, qué alta!
Me envían a otro
colegio,
queda muy lejos de
casa,
me llevaré a Tomasa,
la muñeca que más quiero.
En el espejo me miro,
me miro y me vuelvo a
mirar;
¿por qué, si tanto he
crecido,
todavía quiero jugar?
.
II
Cruzan el
cielo
periquitos
de invierno,
copos de
nieve.
Sola y tan lejos de
casa,
cosquillas en la
barriga,
quizás, mis nuevas
amigas
sienten lo mismo en sus
panzas;
la duda que nos abraza
en este lejano colegio,
¿la romperá el
sortilegio
de las graciosas
sonrisas?;
sospecho que, a toda
prisa,
acabará el silencio.
III
El tiempo se viste de nácar
y flores de tiza;
de los cuartos salen
las niñas,
muertas de risa.
.
Las Monjas, largas y
serias,
pasan revista;
no quieren que alguna
se esconda
y se pase de lista.
Las niñas llevan
bufandas,
largos ciempiés;
tendrán que aprender a
rezar
y a hablar en inglés.
Los cirios alumbran la Misa
con lento vaivén,
un ciervo brama y
parece
que dice Amén.
IV
A la dama de las nieves
se le han perdido los
pinceles,
ahora no puede pintar
de colores los
claveles;
el sol se va asomando
de poquito a poquito,
la dama no siente los
trinos
de los inquietos
pajaritos;
con tanto frío los
pobres
tuvieron que emigrar,
la dama no baila, no
ríe,
sólo se pone a llorar.
V
La soledad según parece
crece
por esta lluvia que cae
del cielo hielo,
el ulular de un mochuelo
lelo
llega a la estrella que
lo adormece mece.
La luna oculta que reaparece
cuece
en bol de plata los caramelos
melos,
el viento sopla y en su
revuelo huelo,
bajo la almohada sólo aparecen
nueces.
La noche es muda y yo presiento
siento
olor a postres en los recuerdos
vuelan
entre las copas de los
abetos quietos.
Un duende llega algo
discreto lento
para cantarme como una
nana nanas
y yo me duermo en el
momento presto.
VI
Entra
el viento
por la
ventana.
Fría
y blanca
es la
mañana.
Juegan
conmigo
los rizos
del viento,
son
serpentinas
en mis
cabellos.
¿Qué trae
el viento,
en los
bolsillos?
¿Pasteles
rellenos
de dulce
membrillo?
¿Mil
mariposas
de coco
y canela?
¡Los
caramelos
que hace
mi abuela!
VII
Primavera encantadora,
¿a dónde te fuiste a
acampar,
vas en un ágil velero
a través de las olas del
mar?
¿Te dijo una golondrina
que lejos debes
cambiar,
por girasoles pomposos,
los juncos de algún
matorral?
Con tu canasto de
flores,
bella y alegre gitana,
¿bailas entre los jardines
debajo de las ventanas?
Cuando despierte el sol
travieso de las
mañanas,
ordena a mi mascota
que deje quieta las
matas.
VIII
Porfiada y juguetona
me espera la orejona,
¿vino de algún cometa,
de alguna estrella
saltó?
Apareció en el jardín,
cubierta de polvo y
hollín,
un par de ojazos de
miel,
miraditas de “yo no
fui”;
enana y regordeta,
con patas de flores
abiertas,
entró por el ancho
portón,
sin advertir que era un
ciclón,
y aunque rompió los
zapatos
y se peleó con el gato,
sin intención calculada,
mi corazón se robó.
IX
Por los pasillos
sagrados
viene una Monja,
con un rosario en la
mano,
un rezo en la boca.
La boca se torna
sonrisas
al ver a las niñas,
las aves, la poesía,
con sus boinas.
En la fontana del patio
gruesa y redonda,
como abrigados canarios
hacen la ronda.
Entre las manos
tomadas,
cual nidos pequeños,
van hilando las hadas
el haz de los sueños
X
Jirafas de colores,
vamos al patio a
pintar,
hagamos que el cielo se
vista
de púrpura y de coral.
El día es claro y
amable,
el sol nos da en la
nariz;
entre jirones de
viento,
vuela una perdiz;
más allá de la nieve,
donde el bosque
comienza,
alegres van las
ardillas
por sus bellotas y
fresas;
a los carámbanos pinten,
del abedul y el nogal,
iluminen el arco iris
que brota de la
amistad;
esa nube viajera
que sólo quiere
escapar,
lleva el paso sereno
de una tortuga tenaz;
¡Miren qué bello el Colegio!
¿Habrá alguno mejor?
Dibújenle el sol de mi Escuela
y sus maceteros en flor.
XI
Es tan bonita mi Escuela
que al río hace cantar,
parece una farola
al lado del chaparral.
Los nardos sueltan la
estela
que se cuela por el
ventanal,
las cotorras alegran
las aulas
en el esplendor matinal.
En los recreos, los
niños
quieren subir al samán,
en las ramas comienzan
los cristofués a cantar.
En la mirada atrevida
de la vaca, al
atardecer,
fulguran las margaritas
que ella se quiere
comer.
En esa Escuela bonita,
vuelan las mariposas,
las aves y las
florecillas
del coro de letras preciosas.
Con ellas se aprende a
leer
y, al paso de la
lectura,
se empieza a soñar y a correr
por el mundo de las
aventuras.
¡Qué lindos son los
recuerdos
de mi Escuela bonita!
XII
El muñeco de nieve
no corre ni sale a
pasear,
sólo se queda tranquilo
viendo a las niñas saltar.
Oye, muñeco de escarcha,
quítate la zanahoria
y adórnate la nariz
con una ciruela jugosa.
Cambia tu gorro de
lana,
por un sombrero llanero;
en vez de una bufanda,
un poncho lleno de
flecos.
Por ahí anda Santa
Claus,
hablando con Papá Noel;
soñando con invitar
al Niño que nació en
Belén.
El Niño no puede aceptar,
es mejor que lo sepa
usted,
porque se puede
enfermar
si se le congelan los
pies.
Solecito de la mañana
¿desea el muñeco jugar
con castillos de arena
y con las olas del mar?
XIII
Los cangrejos, las
caracolas,
en los laberintos de
piedra;
en el cielo, una gaviota,
en la playa ríe mi
abuela.
Los parapentes y los
veleros
bajo el cielo van a jugar;
mi abuela ofrece buñuelos
y pasteles de ananás.
—Ven conmigo, abuelita,
juguemos con las olas
del mar.
Responde, a media
sonrisa:
—Ahora no quiero nadar.
Si abuela es tan
valiente
cuando cruza el
morichal
entre animales silvestres,
¿por qué le asusta el
mar?
Deja atrás sus pasteles,
al cuidado de mi mamá,
a un poco más de la
orilla,
se va conmigo a nadar.
¡Cómo extraño a mi
abuela
y los besos de mi mamá!
XIV
Mediodía de sol y
arena,
la brisa que sabe a
sal,
las manos de mi abuela,
la sonrisa de mi mamá;
los pelícanos picotean
las burbujas de sol en
el mar,
mamá busca en el cielo
la mirada café de Papá.
XV
El fantasma testarudo
que oigo bajo la cama,
pretende robarme la
calma,
tal vez, matarme del
susto;
yo creo que no es muy
astuto;
si deseo, lo puedo
espantar,
¿y saben qué puede
pasar?
que se espeluque el
fantasma,
que pierda toda su fama
y no quiera volver a
asustar.
XVI
En los salones de
clases
qué largo se hace el día;
eso no es raro que pase;
con la mañana tan fría
y nadie entiende una
frase.
Colette se expresa en
francés,
Kumiko, en mandarín,
Anabela, en portugués
y Malika, en somalí…
¿Cuándo lo harán en
inglés?
Muy poco de eso interesa
cuando llega la
diversión,
en los patios o en las
mesas,
parece que la confusión
no es ninguna sorpresa.
XVII
—¡Qué dulce tan
delicioso! ¿Puedes decirme qué es?
—Alfajores argentinos,
hechos en Santa Fe.
—¿Y esta mezcla de
semillas, bañadas en azúcar y miel?
—Pepitorias o
palanquetas, de mi querido México es.
—Esto que les ofrezco,
conservas de coco y piña,
las hizo mi abuela por
mí, su más consentida niña.
Amigas, me gustan sus
postres, tanto como su hablar,
con ese acento tan grato,
que se parece a un cantar.
—Piba ¿vos qué decís? ¿Acaso,
no te escuchás?
Si aquí todas lo
decimos, ¡sos vos la que cantás!
XVIII
Ojos claros o negritos,
diferentes tonos de
piel,
nata, chocolate o miel
y lenguajes
tan distintos;
sin embargo,
es tan bonito,
que, en esta
mescolanza
y todas
lejos de casa,
cuando
despierta la noche
se inicie el
mismo derroche
de sueños y
esperanzas.
Entre risas
y almohadazos,
al derecho y
al revés,
se irá
alejando mi niñez
entretejiendo
mil lazos
entre
mañanas de raso
y arcos iris
de cristales;
le diré al
sol que sale,
cantaré al
cielo celeste:
todas somos diferentes,
diferentes,
pero iguales.
XIX
La dama de
las nieves
baila tan
feliz,
volverá
pronto a su torre
de jade y de
marfil;
sí con su
barca de nubes,
ella pasara por
mi jardín,
escucharía los
domingos
a las
campanas reír
La brisa que
trae el verano
sus mejillas
las besaría,
las bullosas
guacamayas
le harían compañía,
en el agua clara
del río
la dama se
bañaría,
mientras los
pájaros entonan
una bella
sinfonía.
XX
Danzan las
hadas
en el bosque
esmeralda,
las
mariposas.
Jirafas de colores
vamos al parque a
pintar;
el cielo se viste de
fiesta
con un claro azul de
ultramar;
por las veredas gravita
el dulce aroma de
pinos,
los azulejos alegran
con sus pizquitas de
trinos;
buscando semillas y
bayas
va un mapache lanudo;
¡cómo sonríe el día,
bello y claro es el mundo!
¿Qué colores tendrá
el carrusel del mañana?
Mejor sigo pintando
y me como una manzana.
Cuando el laurel de
montaña
comience a florecer,
me esperarán en mi casa
con un delicioso
pastel.
XXI
Relojes de pared,
relojes de arena,
déjenme saber, al
menos,
en esta noche serena,
qué me tienen las hadas
al final de la vereda.
Luna de mantecado,
escúchame otra vez,
tú qué sabes mis
secretos
y me puedes entender,
sí lo sabes ahora,
dime lo que mañana
seré.
Los pasos del tiempo irán
audaces, suaves o
lentos…,
entre tanto, no
faltarán
los caramelos que trae
el viento,
las caricias de mi mamá
y de abuelita sus
besos.
Olga Cortez Barbera
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